Hay entre los temas que las maestras han encomendado a sus alumnos uno que ha hecho historia y que plantea un no menor interrogante y un profundo enigma. Es un tema que posiblemente ha ganado notoriedad por la dificultad que presenta y porque requiere una gran capacidad de reflexión para sacarle algo atractivo que decir. Este tema famoso es la vaca.
¿A quién se le ocurre tema tan trillado y obtuso? y ¿Por qué inducirnos a escribir sobre algo que no le interesa a nadie? ¿Qué corno se puede decir de la vaca que sea digno de mención? Porque la vaca es quizá el más aburrido de los animales. Uno puede pensar una gran historia sobre un temible tigre de la selva que devora a sus presas, pero ¿quién se imagina a una vaca agazapada esperando el momento de atrapar a su indefensa víctima? También podemos encontrar algún simpático mono que usa ramitas como herramientas pero ¿quién puede imaginar algo así de una insulsa vaca que no hace más que mugir y comer pasto? A decir verdad, quizá podrían encontrarse algunos animales tan torpes y tontos como ella, pero ¿qué además sean tan rústicos? Difícil. No es casualidad que no haya números de circo que las tengan de protagonista ni películas en su honor: ¿quién pagaría por ver a una vaca? ¿A quién convocaría un gran cartel que diga: “Hoy gran número: la vaca suicida”? No, los circos no tienen vacas y nadie ha escrito jamás novelas sobre vacas detectives, ni nadie las ha incluido en un cuento sobre la realeza del mundo animal. ¿Quién arriesgaría un peso por semejante cosa? Nadie. Nadie tomaría en serio una historia sobre una vaca gloriosa. Tal cosa sólo puede mover a risa.
Sí, la vaca es un tema bastante enmarañado. Quizá por eso fuera que las maestras gustaran tanto de él. Quizá gustaban de ver cómo se las arreglaban los pobres alumnos para poder salir de los lugares archi-comunes como que “come pasto”, “es blanca y negra”, “vive en el campo”...
Pero tal hipótesis no me parece convincente. Me resulta difícil de creer que todas las maestras de todas las épocas convinieran en algo tan vil. Creo que el tema es más profundo. Verdad es que no creo que haya nadie sobre la faz de la tierra que no recuerde alguna horrible maestra que lo haya atormentado. Pero también creo que no hay nadie que se atreva a negar que haya tenido alguna digna de un monumento. Decía que creo que el tema es más profundo. Voy a explicar porqué me parece así. Quizá sea la solución a nuestro enigma.
Hay algo en la vaca que es digno de ser tratado. Es un aspecto que jamás encontraremos como título de un best-seller pero que reviste una importancia fundamental. Y es un aspecto que requiere afinar un poco la mirada y contemplar a la vaca en su somnífera quietud. Requiere contemplar la vaca como vaca y no deformarla para que sea un gran monstruo o un pseudo hombre. Es decir, requiere aceptar las reses como son y no imaginarlas como seres fantásticos que satisfacen nuestra curiosidad. La vaca es una vaca. Y sí, es bastante poco llamativo e insípido.
La vaca es una vaca: pocos animales hay tan aburridos, muy pocos tan importantes. Este animal aburrido y simplón que no nos llama la atención y que no sale en los diarios ni es tapa de revistas es, sin embargo, una de las grandes columnas sobre las que se apoya nuestra vida. Toda nuestra vida cotidiana está tejida en gran parte por este animal tan soporífero. Si en vez de querer buscar lo que llene nuestra curiosidad y satisfaga nuestro sentidos, nos dedicáramos a ver las cosas como son, la vaca se nos mostraría como un animal admirable. Ella es la que nos proporciona gran parte de nuestra alimentación y de nuestra vestimenta. Ella es quien nos brinda su cuero con el que podemos vestirnos o divertirnos entre amigos; quien nos da su carne con la cual comer; su leche, de la cual dulce de leche,...etc., etc. Y todo ello sin llamar la atención, sin grandes propagandas ni discursos, sin grandes planes, solo mugiendo y comiendo pasto.
Reflexionar sobre la vaca nos ayuda a darnos cuenta que no hace falta sobresalir para ser importante, nos enseña que la grandeza de algo o alguien no reside en su capacidad de acaparar la atención o en ser aceptado por muchos. La sosa simpleza de este noble animal, nos habla de que la importancia de las cosas tiene un fundamento más profundo y por ello mucho más oculto a las miradas superficiales. Nos dice que las cosas importantes no necesitan propaganda, porque a ellas, para ser relevantes, les basta con lo que son y por eso no necesitan el maquillaje de la publicidad. Es decir, a las cosas realmente importantes les basta con cumplir humildemente su misión sin barnices agregados. Por eso las vacas son humildes. No salen en las tapas de los diarios, no les interesan en absoluto. Las dejan para los animales que las necesitan. Porque ellas son lo que otros solo pueden aparentar.
De esta manera, quien contempla la vaca, si aguanta el tedio inicial, termina por alcanzar un gran botín. Aprende a centrar la vista en las importantes pequeñas bagatelas de la vida y a juzgar las cosas no por su espectacularidad sino por su trascendencia real. La vaca enseña que lo más valioso de todo no es lo extraordinario que sólo encontramos en los museos, sino aquellas enormes minucias ordinarias de las que está tejida nuestra simple y austera vida real. Y que, por eso, no hace falta buscar deslumbrarse con falsas imaginaciones para alegrar nuestra vida, sino que basta para ello con contemplar la maravillosa realidad que no necesita publicidad y que, sin embargo muchas veces pasa delante nuestro sin afectarnos en absoluto. Nos enseña que “es mucho mejor vaca en mano que cien monstruos marinos volando”.
Quizá esta sea la razón por la que nuestras maestras nos hacían escribir sobre las vacas. Quizá esto es lo que querían inculcarnos. Si así era, creo que no se equivocaban.
¿A quién se le ocurre tema tan trillado y obtuso? y ¿Por qué inducirnos a escribir sobre algo que no le interesa a nadie? ¿Qué corno se puede decir de la vaca que sea digno de mención? Porque la vaca es quizá el más aburrido de los animales. Uno puede pensar una gran historia sobre un temible tigre de la selva que devora a sus presas, pero ¿quién se imagina a una vaca agazapada esperando el momento de atrapar a su indefensa víctima? También podemos encontrar algún simpático mono que usa ramitas como herramientas pero ¿quién puede imaginar algo así de una insulsa vaca que no hace más que mugir y comer pasto? A decir verdad, quizá podrían encontrarse algunos animales tan torpes y tontos como ella, pero ¿qué además sean tan rústicos? Difícil. No es casualidad que no haya números de circo que las tengan de protagonista ni películas en su honor: ¿quién pagaría por ver a una vaca? ¿A quién convocaría un gran cartel que diga: “Hoy gran número: la vaca suicida”? No, los circos no tienen vacas y nadie ha escrito jamás novelas sobre vacas detectives, ni nadie las ha incluido en un cuento sobre la realeza del mundo animal. ¿Quién arriesgaría un peso por semejante cosa? Nadie. Nadie tomaría en serio una historia sobre una vaca gloriosa. Tal cosa sólo puede mover a risa.
Sí, la vaca es un tema bastante enmarañado. Quizá por eso fuera que las maestras gustaran tanto de él. Quizá gustaban de ver cómo se las arreglaban los pobres alumnos para poder salir de los lugares archi-comunes como que “come pasto”, “es blanca y negra”, “vive en el campo”...
Pero tal hipótesis no me parece convincente. Me resulta difícil de creer que todas las maestras de todas las épocas convinieran en algo tan vil. Creo que el tema es más profundo. Verdad es que no creo que haya nadie sobre la faz de la tierra que no recuerde alguna horrible maestra que lo haya atormentado. Pero también creo que no hay nadie que se atreva a negar que haya tenido alguna digna de un monumento. Decía que creo que el tema es más profundo. Voy a explicar porqué me parece así. Quizá sea la solución a nuestro enigma.
Hay algo en la vaca que es digno de ser tratado. Es un aspecto que jamás encontraremos como título de un best-seller pero que reviste una importancia fundamental. Y es un aspecto que requiere afinar un poco la mirada y contemplar a la vaca en su somnífera quietud. Requiere contemplar la vaca como vaca y no deformarla para que sea un gran monstruo o un pseudo hombre. Es decir, requiere aceptar las reses como son y no imaginarlas como seres fantásticos que satisfacen nuestra curiosidad. La vaca es una vaca. Y sí, es bastante poco llamativo e insípido.
La vaca es una vaca: pocos animales hay tan aburridos, muy pocos tan importantes. Este animal aburrido y simplón que no nos llama la atención y que no sale en los diarios ni es tapa de revistas es, sin embargo, una de las grandes columnas sobre las que se apoya nuestra vida. Toda nuestra vida cotidiana está tejida en gran parte por este animal tan soporífero. Si en vez de querer buscar lo que llene nuestra curiosidad y satisfaga nuestro sentidos, nos dedicáramos a ver las cosas como son, la vaca se nos mostraría como un animal admirable. Ella es la que nos proporciona gran parte de nuestra alimentación y de nuestra vestimenta. Ella es quien nos brinda su cuero con el que podemos vestirnos o divertirnos entre amigos; quien nos da su carne con la cual comer; su leche, de la cual dulce de leche,...etc., etc. Y todo ello sin llamar la atención, sin grandes propagandas ni discursos, sin grandes planes, solo mugiendo y comiendo pasto.
Reflexionar sobre la vaca nos ayuda a darnos cuenta que no hace falta sobresalir para ser importante, nos enseña que la grandeza de algo o alguien no reside en su capacidad de acaparar la atención o en ser aceptado por muchos. La sosa simpleza de este noble animal, nos habla de que la importancia de las cosas tiene un fundamento más profundo y por ello mucho más oculto a las miradas superficiales. Nos dice que las cosas importantes no necesitan propaganda, porque a ellas, para ser relevantes, les basta con lo que son y por eso no necesitan el maquillaje de la publicidad. Es decir, a las cosas realmente importantes les basta con cumplir humildemente su misión sin barnices agregados. Por eso las vacas son humildes. No salen en las tapas de los diarios, no les interesan en absoluto. Las dejan para los animales que las necesitan. Porque ellas son lo que otros solo pueden aparentar.
De esta manera, quien contempla la vaca, si aguanta el tedio inicial, termina por alcanzar un gran botín. Aprende a centrar la vista en las importantes pequeñas bagatelas de la vida y a juzgar las cosas no por su espectacularidad sino por su trascendencia real. La vaca enseña que lo más valioso de todo no es lo extraordinario que sólo encontramos en los museos, sino aquellas enormes minucias ordinarias de las que está tejida nuestra simple y austera vida real. Y que, por eso, no hace falta buscar deslumbrarse con falsas imaginaciones para alegrar nuestra vida, sino que basta para ello con contemplar la maravillosa realidad que no necesita publicidad y que, sin embargo muchas veces pasa delante nuestro sin afectarnos en absoluto. Nos enseña que “es mucho mejor vaca en mano que cien monstruos marinos volando”.
Quizá esta sea la razón por la que nuestras maestras nos hacían escribir sobre las vacas. Quizá esto es lo que querían inculcarnos. Si así era, creo que no se equivocaban.
1 comentario:
Buenas Manuel, espero estés bien. Me gustó el escrito, me gusta el ejercicio de ver las cosas en el momento en que el muro se parte en dos y se nos aparecen brillantes.
Con respecto a la vaca, me quedé pensando en una cosa: en que muere. No le es gratis el cuero con el cual nos divertimos con amigos.
En estos días, más que nunca, me estoy preguntando qué es "entregar la vida", veo que no hay límites en eso, implica renunciar a si mismo totalmente, pasar a ser el último. Parece difícil dar el paso. En este sentido, el escrito (va.. la vaca en realidad), me ayudó a pensar el método, método que ya sabía pero que hoy tuvo un brillo nuevo, la entrega se se hace cada día con cosas simples, como ella, que muge y come pasto.
Te mando un abrazo.
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