lunes, 4 de abril de 2011

Buen Camino

Escribo esto luego de un largo tiempo de inactividad literaria (si la pretensión me permite llamarlo así), luego de sentirme realmente movilizado por una película que vi con mi comunidad presbiteral, risotto de por medio compartido anoche.

Y esta película trata de emprender un camino, un largo camino, un camino que muchas veces ni nos imaginamos, y encontramos en ese camino los más curiosos personajes que, a fin de cuentas, son los que van a marcar la diferencia en el corre de la vida. Así fue la historia de Tom (el protagonista) emprendiendo el tan venerable y conocido “Camino de Santiago de Compostela”. Pero también le pasa a algunos de nosotros. ¿Cuántas veces nos ponemos en camino? Y a veces sin tenerlo claro. Y sin embargo vamos, en marcha. Porque como decía un lúcido pensador: “el movimiento se demuestra andando”, y la vida es eso: movimiento, andar, siempre adelante. Camine Señora… camine, decía una conocida defensora de los derechos del consumidor.

En este camino de la vida podemos descubrir que muchas veces uno no tiene objetivos claros, ni sabe a veces por qué hace tal o cual cosa. Y en muchos casos también sucede lo del poeta: “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Porque a veces la ruta no es clara, o nadie ha pasado aun por ese lugar. Otra veces el desgaste del camino nos hace bajar los brazos, sentimos que nos duelen las piernas, a veces llevamos más peso del que podemos, o peor aún, uno que no es nuestro (claro está que por diferentes motivos: exceso de equipaje, lastre de la panza… cada uno que se ponga el saco que le entre) y que simplemente sería más fácil abandonarlo todo y quedarse al costado del camino, meditando y reflexionando frases que suenan a algo parecido a: “ ¿y todo esto para qué?” “¿No se podría poner fin a este suplicio, este calvario inhumano y cruel que lo humilla a uno y lo rebaja a límites insospechados?”

Pero siempre, y misteriosamente aparece esa fuerza que hace que, aun sin ganas o “sin sentirlo”, sigamos caminando; que sintiéndonos muchas veces vencidos sigamos en movimiento, como aquello de Alma fuerte:

No te des por vencido, ni aún vencido,
no te sientas esclavo, ni aún esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y acomete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.

Curiosa coincidencia: nuestra vaca sigue caminando, hacia algún lugar, como la vida, como la Fe. Nuestro punto de llegada, nuestro fin del camino ya lo sabemos, solo que caminarlo a veces nos desconcierta. Pero sabemos cuál es nuestro destino, cual es nuestra meta, a donde va a parar la vaca y nuestras esperanzas. Y sabemos cuál es el camino, por donde transitar: Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida: el camino que nos conduce al Padre, la verdad que nos hace libres y la vida que nos llena de alegría.

Por eso caminante… si hay camino, y uno muy largo para recorrer aunque no sepamos bien porqué. El camino sirve como la ultima metáfora de nuestra existencia, de nuestra vida. Los pasos a lo largo del trillado recorrido quizás sean nuestra guía, pero no nos esconderá de las preguntas que la mayoría de nuestras ocupadas vidas evitan. El camino ofrece muy poco para esconderse detrás. El proceso de la vida es vida a lo largo de cualquier camino, vía, sendero, recorrido en el que nos encontremos: es vida recorrida. Nuestra humanidad hacia nosotros mismos y hacia los demás, nuestras historias y nuestro futuro es lo que nos hace ser quienes somos. Pues entonces… a caminar la vida. ¡¡ Buen Camino!!